Basta una mirada unas décadas atrás para darse cuenta de cómo las nuevas tecnologías han transformado asombrosamente la manera de relacionarnos. Poco queda de aquellas formas tradicionales de relación en las que si querías ver a un amigo tenías que moverte y bajar al parque o punto de encuentro habitual para poder mantener contacto, una conversación, inquietudes, unas pipas o unas risas.
Las nuevas tecnologías y redes sociales han revolucionado las relaciones humanas. En muchos sentidos suponen una gran ventaja porque, si no fuera por ellas, sería más complicado contactar con personas que viven lejos o poder mantener relaciones internacionales con la instantaneidad de la actualidad. Igualmente, ofrecen nuevas oportunidades para conocer gente, ya sean amigos o parejas, casi a la carta, con sólo mirar un perfil o hacer un clic. Hace unos años hubiera sido impensable encontrar pareja a través de una pantalla, y sin embargo ahora lo menos habitual es encontrarla en en la calle. Casi sin darnos cuenta, hemos cambiado nuestras relaciones reales por aquellas a través de una pantalla: pasamos horas mirándola y riéndonos solos, caminando embobados y abstraídos en nuestro móvil y sonriéndole a él, ya sea porque estamos viendo un vídeo gracioso, porque nos estamos comprando algo online, porque escuchamos un podcast o porque chateamos con alguien… pero la realidad es que estamos solos y que nos perdemos muchas cosas.
Respecto a la explicación de la relación simbiótica que mantenemos con nuestro móvil, solemos argumentar que no tenemos tiempo para quedar, que el día a día no nos deja tiempo para má… pero si sumáramos el tiempo total que pasamos conectados a través de la red, muchos podríamos haber ido a ver una película, a tomar algo en una terraza o a dar un paseo. Ahora el paseo lo damos cogidos de nuestro preciado e inseparable smartphone. Según los últimos estudios, miramos el móvil de media al día 200 veces, conectándonos cada 4 minutos.
Se está dando paso a una tendencia en la que se despersonaliza el contacto físico, donde la pantalla está llenando un vacío que previamente estaba dedicado al ocio, a relacionarnos con otras personas de forma lúdica. Basamos nuestra red de contactos en relaciones virtuales cada vez más impersonales, mediante modos de relación en los que se da más importancia a la perfección y a mostrar una imagen ideal de uno mismo que a la espontaneidad, la naturalidad y en definitiva, a lo real. El culto a la fotografía perfecta (que también comentamos en el post anterior Selfies al límite) invita a tapar o «maquillar» las partes de uno mismo que no son de nuestro total agrado, pero que todos tenemos, y se genera así aún más rechazo, desprecio e inseguridad y esto dificulta una visión realista que integre los puntos fuertes y débiles de cada uno, que permita mostrarse tal y como uno es, aceptarse y quererse, y facilitar con ello el desarrollo de un adecuado autoconcepto y una autoestima positiva.
En este sentido, las pantallas se han convertido en el paraíso de aquellas personas con un pobre abanico de habilidades sociales; e, igualmente, el uso abusivo de las pantallas dificulta el aprendizaje de habilidades sociales para integrarse en el entorno social y desenvolverse en el mundo real, retroalimentándose mutuamente. A corto plazo, el entorno virtual supone una gran satisfacción, por la facilidad asociada a no haber contacto físico y real, el control sobre la imagen que se ofrece, la accesibilidad, la inmediatez, etc.. Pero supone una amenaza a medio y largo plazo en la adquisición de modos de relación funcionales y adaptados porque se pierde la cercanía, el lenguaje verbal y no verbal, el corporal, la intencionalidad, la realidad espacio temporal y en definitiva la calidez de lo humano que todos necesitamos para ser más felices.
Como hemos venido comentando en otras ocasiones, es en la etapa adolescente donde el uso de las redes sociales se hace más predominante y los riesgos a desarrollar una adicción a las pantallas o dificultades relacionales asociadas a un uso inadecuado de las mismas más peligroso. Por tanto, invitamos a la reflexión y a optar por un cambio personal en relación a cómo vivir las relaciones y los riesgos y beneficios asociados a la alternativa que elijamos. Las nuevas tecnologías están ahí, forman parte de nuestras vidas, podemos utilizarlas de una manera productiva regulando su uso, o podemos hacer de ellas un elemento persecutorio y dañino que se vuelva en nuestra contra. Está en nuestras manos.
Si te encuentras tú o alguien cercano a ti en una situación con dificultades en la relación con el mundo virtual, internet o redes sociales, no dudes en consultarnos; desde Levanta La Cabeza te asesoraremos y ayudaremos en lo que necesites. Puedes consultar nuestras líneas de actuación o directamente ponerte en contacto con nosotros.